lunes, 30 de abril de 2012

William Shakespeare / Un hombre que sabía poco latín y menos griego



William Shakespeare
(1564 - 1616)
UN HOMBRE QUE SABÍA POCO LATÍN
Y MENOS GRIEGO

En torno a 1860, al tiempo que culminaba su obra Los miserables, Victor Hugo escribió desde el destierro: "Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le debe". A esas alturas del siglo XIX, la obra del que hoy es considerado el autor dramático más grande de todos los tiempos era ignorada por la mayoría y despreciada por los exquisitos. Las palabras del patriarca francés cayeron como una maza sobre las conciencias patrióticas inglesas; decenas de monumentos a Shakespeare fueron erigidos inmediatamente.
En la actualidad, el volumen de sus obras completas es tan indispensable como la Biblia en los hogares anglosajones; HamletOtelo o Macbeth se han convertido en símbolos y su autor es un clásico sobre el que corren ríos de tinta. A pesar de ello, William Shakespeare sigue siendo, como hombre, una incógnita.


William Shakespeare



Grandes lagunas, un ramillete de relatos apócrifos y algunos datos dispersos conforman su biografía. Ni siquiera se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento. Esto daría pie en el siglo pasado a una extraña labor de aparente erudición, protagonizada por los "antiestratfordianos", tendente a difundir la maligna sospecha de que las obras de Shakespeare no habían sido escritas por el personaje histórico del mismo nombre, sino por otros a los que sirvió de pantalla. Francis Bacon, Edward de Vere, Walter Raleigh, la reina Isabel I e incluso la misma esposa del bardo, Anne Hathaway, fueron los candidatos propuestos por los especuladores estudiosos a ese ficticio Shakespeare. Según otra teoría, su amigo el dramaturgo Christopher Marlowe habría sido el verdadero autor: no habría muerto a los veintinueve años, en una pelea de taberna como se creía, sino que logró huir al extranjero y desde allí enviaba sus escritos a Shakespeare.
Ciertos aficionados a la criptografía creyeron encontrar, en sus obras, claves que revelaban el nombre de los verdaderos autores. En consonancia con las carátulas teatrales, Shakespeare fue dividido en el Seudo-Shakespeare y en Shakespeare el Bribón. Bajo esta labor de mero entretenimiento alentaba un curioso esnobismo: un hombre de cuna humilde y pocos estudios no podía haber escrito obras de tal grandeza.
Afortunadamente, con el transcurrir de los años, ningún crítico serio, menos dedicado a injuriar que a discernir, más preocupado por el brillo ajeno que por el propio, ha suscrito estas anécdotas ingeniosas. Pero de las muchas refutaciones con que han sido invalidadas, ninguna tan concluyente, aparte de los escasos pero incontrovertibles datos históricos, como el testimonio de la obra misma; porque a través de su estilo y de su talento inconfundibles podemos descubrir al hombre.

Los orígenes
En el sexto año del reinado de Isabel I de Inglaterra, el 26 de abril de 1564, fue bautizado William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, un pueblecito del condado de Warwick que no sobrepasaba los dos mil habitantes, orgullosos todos ellos de su iglesia, su escuela y su puente sobre el río. Uno de éstos era John Shakespeare, comerciante en lana, carnicero y arrendatario que llegó a ser concejal, tesorero y alcalde. De su unión con Mary Arden, señorita de distinguida familia, nacieron cinco hijos, el tercero de los cuales recibió el nombre de William. No se tiene constancia del día de su nacimiento, pero tradicionalmente su cumpleaños se festeja el 23 de abril, tal vez para encontrar algún designio o fatalidad en la fecha, ya que la muerte le llegó, cincuenta y dos años más tarde, en ese mismo día.
Así, pues, no fue su cuna tan humilde como asegura la crítica adversa, ni sus estudios tan escasos como se supone. A pesar de que Ben Johnson, comediógrafo y amigo del dramaturgo, afirmase exageradamente que "sabía poco latín y menos griego", lo cierto es que Shakespeare aprendió la lengua de Virgilio en la escuela de Stratford, aunque fuera como alumno poco entusiasta, extremos ambos que sus obras confirman. La madre provenía de una vieja y acomodada familia católica, y es muy posible que el poeta, junto con sus dos hermanos y una hermana, fuese educado en la fe de su madre.

Casa natal de Shakespeare

Sin embargo, no debió de permanecer mucho tiempo en las aulas, pues cuando contaba trece años la fortuna de su padre se esfumó y el joven hubo de ser colocado como dependiente de carnicería. A los quince años, según se afirma, era ya un diestro matarife que degollaba las terneras con pompa, esto es, pronunciando fúnebres y floreados discursos. Se lo pinta también deambulando indolente por las riberas del Avon, emborronando versos, entregado al estudio de nimiedades botánicas o rivalizando con los más duros bebedores y sesteando después al pie de las arboledas de Arden.
A los dieciocho años hubo de casarse con Anne Hathaway, una aldeana nueve años mayor que él cuyo embarazo estaba muy adelantado. Cinco meses después de la boda tuvo de ella una hija, Susan, y luego los gemelos Judith y Hamnet. Pero Shakespeare no iba a resultar un marido ideal ni ella estaba tan sobrada de prendas como para retenerlo a su lado por mucho tiempo. Los intereses del poeta lo conducían por otros derroteros antes que camino del hogar. Seguía escribiendo versos, asistía hipnotizado a las representaciones que las compañías de cómicos de la legua ofrecían en la Sala de Gremios de Stratford y no se perdía las mascaradas, fuegos artificiales, cabalgatas y funciones teatrales con que se celebraban las visitas de la reina al castillo de Kenilworth, morada de uno de sus favoritos.
Según la leyenda, en 1586 fue sorprendido in fraganticazando furtivamente. Nicholas Rowe, su primer biógrafo, escribe: "Por desgracia demasiado frecuente en los jóvenes, Shakespeare se dio a malas compañías, y algunos que robaban ciervos lo indujeron más de una vez a robarlos en un parque perteneciente a sir Thomas Lucy, de Charlecote, cerca de Stratford. En consecuencia, este caballero procesó a Shakespeare, quien, para vengarse, escribió una sátira contra él. Este acaso primer ensayo de su musa resultó tan agresivo que el caballero redobló su persecución, en tales términos que obligó a Shakespeare a dejar sus negocios y su familia y a refugiarse en Londres". Pero es más plausible que el virus del teatro lo impulsara a unirse a alguna farándula de cómicos nómadas de paso por Stratford, abandonando hijos y esposa y trocándolos por la a la vez sombría y espléndida capital del reino.

Shakespeare en la ciudad del teatro
A partir de ese momento hay una laguna en la vida de Shakespeare, un período al que los biógrafos llaman "los años oscuros". No reaparece ante nuestros ojos hasta 1593, cuando es ya un famoso dramaturgo y uno de los personajes más populares de Londres. Entretanto se le atribuyen los siguientes empleos: pasante de abogado, maestro de escuela, soldado de fortuna, tutor de noble familia e incluso guardián de caballos a la puerta de los teatros. Pasarían varios meses hasta que pudiera ingresar en ellos y meterse entre bastidores, primero como traspunte o criado del apuntador, luego como comparsa, más tarde como actor reconocido y, por fin, como autor de gran y merecido prestigio.
Prohibidos por un ayuntamiento puritano que los consideraba semillero de vicios, los teatros se habían instalado al otro lado del Támesis, fuera de la jurisdicción de la ciudad y de la molestia de sus alguaciles. La Cortina, El Globo, El Cisne o Blackfriars no eran muy distintos de los corrales hispanos donde se representaba a Lope de Vega. La escenografía resultaba en extremo sencilla: dos espadas cruzadas al fondo del proscenio significaban una batalla; un actor inmóvil empolvado con yeso era un muro, y, si separaba los dedos, el muro tenía grietas; un hombre cargado de leña, llevando una linterna y seguido por un perro, era la luna.
El vestuario se improvisaba en un rincón de la escena semioculto por cortinas hechas jirones, a través de las que el público veía a los actores pintándose las mejillas con ladrillo en polvo o tiznándose el bigote con corcho carbonizado. Mientras los actores gesticulaban y declamaban, los hidalgos y los oficiales, acomodados a su mismo nivel sobre la plataforma, les desconcertaban con sus risas, sus gritos y sus juegos de cartas, prestos a lucir su ingenio improvisando réplicas y a echar a perder la representación si la obra no les complacía. En torno al patio, las galerías acogían a las damas de alcurnia y los caballeros. Y en el fondo de "la cazuela", envueltos en sombras, sentados en el suelo entre jarras de cerveza y humo de pipas, se veía a "los hediondos", el maloliente pueblo.
En todo caso, se trataba de un público con más imaginación que el actual o, al menos, buen conocedor de las convenciones teatrales impuestas por la penuria o por la ley. Inspirándose en el severo primitivismo del Deuteronomio, los legisladores puritanos prohibían la presencia de mujeres en la escena. Las Julietas, Desdémonas y Ofelias de Shakespeare fueron encarnadas por jovencitos bien parecidos de voz atiplada, ascendidos a Hamlets, Macbeths y Otelos en cuanto les despuntaba la barba y les cambiaba la voz. Tal era el teatro en que Shakespeare empezó su carrera dramática.

La fecundidad
Hacia 1589, Shakespeare comenzó a escribir. Lo hacía en hojas sueltas, como la mayoría de los poetas de entonces. Los actores aprendían y ensayaban sus papeles a toda prisa y leyendo en el original, del que no se sacaban copias por falta de tiempo; de ahí que ya no existan los manuscritos. Como cada tarde se ofrecía una obra diferente, el repertorio había de ser muy variado. Si la obra fracasaba ya no se volvía a escenificar. Si gustaba era repuesta a intervalos de dos o tres días. Una obra de mucho éxito, como todas las de Shakespeare, podía representarse unas diez o doce veces en un mes. Algunos actores eran capaces de improvisar a partir de un somero argumento los diálogos de la obra conforme se iba desarrollando la acción. Shakespeare nunca los necesitó.


Retrato y firma de Shakespeare



Acuciado por este ritmo vertiginoso y espoleado por su genio, Shakespeare empezó a producir dos obras por año. En su primera etapa, Shakespeare siguió la línea de estos dramas isabelinos de capa y espada. De estos años (entre 1589 y 1592) son las obras con las que inaugura su crónica nacional, sus dramas históricos: las tres primeras partes de Enrique VI y la historia de quien lo asesinó,Ricardo IIILa comedia de los errores, basada en un tema de Plauto, marca su faceta burlesca, y Tito Andrónico, tragedia bárbara inspirada en Séneca, su primera obra de tema romano.
Durante la peste de Londres de 1592 (que los puritanos aprovecharon para mantener cerrados los teatros hasta 1594), Shakespeare se retiró a Stratford y desarrolló sus dotes poéticas. En 1593 publicó Venus y Adonis y en 1594La violación de Lucrecia, dos poemas largos, dedicados a su joven protector, Henry Wriothesley, conde de Southampton, a quien se suele asociar con uno de los protagonistas de los afamados sonetos. Según figura en los documentos, en 1594 ya era miembro destacado de la mejor compañía de la época, la Lord Chamberlain's Company of Players (Compañía de Actores de lord Chamberlain), nombre tomado de su protector, y había escrito La fierecilla domadaLos dos hidalgos de Verona, dos comedias de inspiración italiana y una tercera,Trabajos de amor perdidos, ambientada en una Navarra imaginaria.
Shakespeare empezó de actor en la compañía y aunque siguió haciéndolo hasta 1603, nunca llegó a interpretar papeles principales. Sin embargo, la experiencia debió serle útil. Como Molière, Brecht o Bulgákov, Shakespeare fue un verdadero hombre de teatro: lo conocía desde dentro, participaba en los ensayos, presenciaba los espectáculos y concebía sus personajes pensando en actores concretos. Paralelamente a su éxito teatral, mejoró su economía. Llegó a ser uno de los accionistas de su teatro, pudo ayudar económicamente a su padre e incluso en 1596 le compró un título nobiliario, cuyo escudo aparece en el monumento al poeta construido poco después de su muerte en la iglesia de Stratford. Entre 1594 y 1597 escribió Romeo y Julieta y El sueño de una noche de verano, dos obras de amor y de juventud, y los dramas históricos Ricardo IIEl rey Juan y El mercader de Venecia.
En 1598 la compañía de Chamberlain se instaló en el nuevo teatro The Globe (El Globo), cuyo nombre se uniría al de Shakespeare para siempre. Ésta parece que fue la etapa más feliz del escritor, la época de las comediasMucho ruido y pocas nuecesComo gustéisLas alegres comadres de Windsor (que según la leyenda fue escrita en quince días por encargo urgente de la reina), Noche de Reyes Bien está lo que bien acaba, escritas todas entre 1598 y 1603. De estos años son también (como anticipando su próxima etapa) Julio CésarTroilo y Crésiday su obra más famosa y perdurable, Hamlet.
A la muerte de Isabel l en 1603, Jacobo I, hijo de María Estuardo y rey de Escocia desde 1567, se convirtió también en rey de Inglaterra y la compañía de Chamberlain pasó bajo su protección con el nombre de King's Men (Hombres del Rey). A pesar del cambio de nombre y de protector, el teatro mantuvo su carácter público: hicieron representaciones para todo el mundo, incluso para la corte.
Ante tal éxito, la compañía inauguró una pequeña sala cubierta en 1608, la Blackfriars, con una entrada más elevada y para un público más selecto. Financieramente, la compañía funcionaba como una sociedad anónima de la que Shakespeare fue uno de sus más importantes accionistas. Debido a la buena administración, su posición económica se afirmó aun mas: compró varias propiedades en Londres y en Stratford, hizo distintas inversiones, entre ellas algunas agrícolas, y en 1605 compró una participación de los diezmos de la parroquia de Stratford, gracias a lo cual (y no a su gloria literaria) sería enterrado en el presbiterio de la iglesia.

El último acto
Shakespeare tuvo siempre obras en escena, pero nunca aburrió. Entre 1600 y 1610 no dejó de estar en el candelero con sus príncipes impelidos a acometer lo imposible, sus monarcas de ampuloso discurso, sus cortesanos vengativos y lúgubres, sus tipos cuerdos que se fingen locos y sus tipos locos que pretenden llegar a lo más negro de su locura, sus hadas y geniecillos vivaces, sus bufones, sus monstruos, sus usureros y sus perfectos estúpidos. Esta pléyade de criaturas capaces de abarrotar cielo e infierno le llenaron la bolsa.
A fines de siglo ya era bastante rico y compró o hizo edificar una casa en Stratford, que llamó New-Place. En 1597 había muerto su hijo, dejando como única y escueta señal de su paso por la tierra una línea en el registro mortuorio de la parroquia de su pueblo. Susan y Judith se casaron, la primera con un médico y la segunda con un comerciante. Susan tenía talento; Judith no sabía leer ni escribir y firmaba con una cruz. En 1611, cuando Shakespeare se encontraba en la cúspide de su fama, se despidió de la escena con La tempestad y, cansado y quizás enfermo, se retiró a su casa de New-Place dispuesto a entregarse en cuerpo y alma a su jardín y resignado a ver junto a él cada mañana el adusto rostro de su mujer. En el jardín plantó la primera morera cultivada en Stratford. Murió el 23 de abril de 1616 a los cincuenta y dos años, en una fecha que quedó marcada en negro en la historia de la literatura universal por la luctuosa coincidencia con la muerte de Cervantes.

Los misterios de Shakespeare
Es cierto que la juventud del poeta ofrece los pasajes más desconocidos para el biógrafo. Sin embargo, los verdaderos misterios de su vida pertenecen a aquellos años en que su carrera puede ser reconstruida con bastante fidelidad. El más conocido de estos enigmas está relacionado con sus Sonetos, publicados en 1609, pero escritos, en su mayor parte, unos diez o quince años antes. Uno de los protagonistas de los 154 sonetos es un apuesto joven a quien el poeta admira mucho, y el otro es la famosa dark lady, "dama morena", que le fue infiel con el anterior.
Muchos intentaron encontrar en estos poemas claves de la vida interior de Shakespeare, pruebas de su presunta homosexualidad, afirmando que el joven galán de los sonetos o, tal vez, la "dama morena" no era otro que el conde de Southampton, mecenas del debutante autor, a quien le había dedicado sus dos primeras obras poéticas. No se sabe con certeza quién era el objeto de la adoración secreta del poeta. Sus únicas referencias personales comprensibles y claras son menudencias: que sufría de insomnio, que le gustaba la música, que reprobaba las mejillas pintadas y el uso de las pelucas.



El conde Henry Wriothesley de
Southampton, protector de Shakespeare


Otra de las incógnitas es que sus años de más éxito social, económico y profesional, entre 1603 y 1612, coinciden con la época de sus grandes tragedias, sus obras más amargas y desilusionadas, como OteloEl rey Lear,MacbethAntonio y CleopatraCoriolano y Timón de Atenas. Incluso la última comedia de estos años, Medida por medida, es más sombría que muchos de sus dramas. Además, sus últimas cuatro obras, PericlesCimbelinoEl cuento de invierno y La tempestad, su maravillosa despedida del teatro y del mundo, muestran una curiosa incursión de elementos novelescos y pastoriles en su teatro, sin duda bajo la Influencia de la nueva generación de dramaturgos como Francis Beaumont o John Fletcher. Hay otras dos obras, Enrique VIII y Los dos nobles parientes, ambas de 1612-1613, cuya autoría parcial suelen atribuírsele, ya que según todos los indicios fueron escritas en colaboración con el joven Fletcher, con las que el número de sus piezas teatrales sumarían 38. Pero La tempestad es considerada universalmente como su última obra.
Sea como fuere, lo cierto es que alrededor de 1613, es decir a los cuarenta y ocho años de edad, en pleno poder de sus facultades mentales y en el cenit de su carrera, Shakespeare rompió abruptamente con el teatro y se retiró a su ciudad natal como podría hacerlo un pequeño burgués que después de una vida de trabajo quisiera gozar de sus bienes en la quietud campestre. Sus últimos años transcurrieron como los de un respetado hidalgo rural: participaba en la vida social de Stratford, administraba sus propiedades y compartía sus días con sus familiares y vecinos.
Sus obras siguieron en cartelera hasta después de su muerte, y debió conservar algún contacto, aunque sólo amistoso, con el teatro. Incluso se dijo, según una leyenda registrada casi medio siglo después, que murió a consecuencia de un banquete celebrado en compañía de su colega Ben Jonson. Contradice a esta historia el hecho de que un mes antes de su muerte dictara su testamento rubricándolo con una firma temblorosa que permite imaginar que ya se encontraba enfermo.
El testamento, extenso y minucioso, está relacionado con el último misterio de la vida de Shakespeare, aunque sea sólo menor y de orden anecdótico: después de nombrar como heredero principal al marido de su hija mayor, Susan, y de legar valiosos objetos de oro y de plata a su otra hija, Judith, dejó a su mujer su «segunda mejor cama». Nadie ha podido descifrar el significado verdadero de tan extraño legado, que, a su vez, dice mucho del cariz del matrimonio del poeta.
La posteridad se ha ocupado de Shakespeare más que de cualquier otro autor, y no sólo en el sentido positivo. Muchos querían negarle la autoría de su obra atribuyéndosela a espíritus más elevados, preferiblemente de origen ilustre. A Voltaire y a Tolstói, por ejemplo, les irritaba no la persona del poeta (o su origen plebeyo), sino su obra, que es lo contrario a todo orden clásico, regla artística o realismo formal. Es la misma libertad: verbal, dramática, emocional. Se expresa con veloces imágenes, en una misma obra salta años, países y mares, cambia azarosamente los hilos de la trama y alterna el tono cómico con el trágico. Su obra es la perenne inquietud y su perspectiva, el infinito. Hace caso omiso de los cánones de la composición porque obedece a unas leyes más importantes y atávicas que las de la unidad de tiempo o de lugar. Nadie logró inmortalizar a tantos personajes como ese dramaturgo que prácticamente no llegó a inventar ni una sola historia propia.
En una de esas metáforas asombrosamente plásticas que tanto abundan en su obra, Shakespeare define la gloria como «un circulo en el agua / que nunca cesa de agrandarse / hasta llegar a ser tan ancho / que se disipa en la nada...». Pero la suya no fue así. No tendió a desvanecerse, ni siquiera a languidecer: después del relativo desinterés por su obra en los tiempos de moral puritana y de gusto neoclásico, a partir del prerromanticismo se le volvió a descubrir de modo universal. Desde entonces todas las épocas y estilos tienen su propio Shakespeare, corroborando la predicción de su amigo y rival, Ben Jonson: «Él no era de una época sino para todos los tiempos».


CRONOLOGÍA DE SHAKESPEARE



1564Nace en Stratford-upon-Avon. Es el tercer hijo de John Shakespeare y Mary Arden.
1582Se casa con Anne Hathaway. Al año siguiente nace su hija Susan y, dos años después, los gemelos Judith y Hamnet.
1588-89Se instala en Londres, abandonando a esposa e hijos, y escribe sus primeras obras.
1592La peste obliga a cerrar los teatros y Shakespeare se retira a Stratford. Posible estancia en el norte de Italia.
1593-94Publica los poemas Venus y Adonis y La violación de Lucrecia, dedicados al conde Henry Wriothesley de Southampton, su protector.
1594Reapertura de los teatros. Shakespeare es ya miembro de la mejor compañía de la época, la Compañía de Actores de Lord Chamberlain.
1597Fallece su hijo Hamnet. Su buena situación económica como empresario de la compañía le permite adquirir New-Place, una casa en Stratford.
1598Su compañía se instala en el nuevo teatro The Globe, del que Shakespeare es copropietario.
1600-01Escribe y estrena Hamlet.
1603El nuevo rey de Inglaterra, Jacobo I, se convierte en el protector de la compañía de Shakespeare, que pasa a llamarse King's Men (Hombres del Rey).
1605-06Escribe Macbeth y El rey Lear.
1609Su compañía inaugura una nueva sala, el teatro Blackfriars, del que Shakespeare es también copropietario. Se publican sin su autorización sus Sonetos.
1611Escribe La tempestad, su última obra. Deja el teatro y se retira a New-Place, su casa de Stratford.
1616Muere en su ciudad natal.




LA OBRA DE WILLIAM SHAKESPEARE 

La edad de oro del teatro europeo
En el siglo XVII tuvo lugar un importante desarrollo de la dramaturgia europea, sobre todo en Inglaterra, España, Francia e Italia. Las compañías teatrales seguían siendo en su mayoría itinerantes, pero ya a finales del siglo XVI empezaron a establecerse. Las representaciones de aficionados dejaron de tener su antigua importancia, apareciendo la figura del actor profesional, aunque la situación económica y social de las gentes de teatro continuó siendo muy precaria. Si en Italia el actor gozó de cierta consideración, en Inglaterra la tradición puritana se mostró siempre hostil a los que participaban de un arte tan disoluto, mientras que en la católica Francia la Iglesia negaba los sacramentos a los cómicos. La intervención de las mujeres en los escenarios variaba: en Italia y España las actrices eran admiradas, pero en Inglaterra y en Alemania los papeles femeninos eran representados por muchachos.
Ya desde inicios del siglo XVII, el teatro se desarrolló bajo la protección de reyes y nobles. En Francia, Enrique IV y su esposa María de Médicis invitaron en numerosas ocasiones a compañías italianas, y posteriormente destacó el papel protector del cardenal Richelieu. En Inglaterra, el interés de Carlos I y su esposa, la francesa Enriqueta María, dio un poderoso impulso al género. En Italia las cortes fueron el centro de la actividad teatral, mientras que en Madrid las representaciones reales tuvieron lugar, a partir de 1632, en el palacio del Buen Retiro.


William Shakespeare

Hay que subrayar que a lo largo del período se otorgó una creciente importancia a la preceptiva literaria, aplicada con no menos intensidad a las obras teatrales. Las "reglas del arte" puestas en vigor consistieron, principalmente, en la idea de verosimilitud, en el sentido clásico del decorum(cada personaje debía comportarse según su rango social), en la adecuación del estilo al tema (entre los tres niveles posibles: lírico, épico o trágico y cómico o satírico) y, por último, en las "tres unidades" de acción, tiempo y lugar. Esta normativa se basaba en la Poética de Aristóteles, que se convirtió en un texto canónico insoslayable para la estética literaria. Sin embargo, si bien en Francia las reglas tuvieron un carácter cada vez más imperativo, tanto en España como en Italia fueron solamente respetadas pero muy poco acatadas, y en Inglaterra se ignoraron casi por completo.

La escena inglesa en tiempos de Shakespeare
A finales del siglo XVI, durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, se construyeron en Londres los primeros teatros públicos y estables. Los teatros isabelinos eran construcciones de forma octogonal o circular, hechos de madera, con un patio central a cielo abierto y galerías circundantes. Tenían aproximadamente 25 metros de diámetro exterior y unos diez de altura.
En el patio, los espectadores permanecían de pie. Sobre la plataforma del escenario, en un piso superior sostenido por columnas, se encontraban las dependencias para la maquinaria de efectos especiales y demás accesorios de la tramoya. Aunque la acción dramática se desarrollaba principalmente en el escenario, una galería situada al fondo del mismo era empleada cuando la escena incluía un balcón (como en Romeo y Julieta) o lo alto de una muralla (como en Macbeth). En algunos teatros, una segunda tribuna más pequeña estaba destinada a los músicos.
Al fondo del escenario, dos puertas permitían la entrada y salida de los actores. En los teatros más evolucionados se situaba entre ellas un segundo espacio, de reducidas dimensiones, denominado escenario interior. Separado de la plataforma principal por una cortina, este ámbito servía para recrear ambientes específicos, como dormitorios o cuevas. Por medio de las trampillas distribuidas en el suelo del escenario principal se representaban diversos efectos, como sepulcros o apariciones.
Entre los teatros que se construyeron destacan The Theatre (1576), The Rose (1587), The Swan (1595) y The Globe (1599), que en su forma original o bien reconstruidos permanecieron abiertos en la primera mitad de la centuria siguiente. Hacia 1609 la compañía de Shakespeare se estableció en el teatro privado de Blackfriars, aunque siguió representando en El Globo. Este último, destruido por un incendio, fue edificado de nuevo en 1614.

La obra de Shakespeare
Dentro de ese contexto de renacimiento del teatro europeo, la figura teatral indiscutible en Inglaterra fue William Shakespeare. En su trayectoria pueden distinguirse cuatro etapas. A la primera de ellas (hasta 1598 aproximadamente) pertenecen una serie de piezas juveniles en las que Shakespeare se ciñó a las modas vigentes, adaptando los temas al gusto del público. En este período practicó diversos géneros, desde la comedia de enredo (La comedia de los errores) hasta la tragedia clásica de influencia senequista (Tito Andrónico), pasando por el drama histórico (El rey JuanRicardo IIIEnrique IV). Otras obras de este momento inicial, como El mercader de VeneciaLa fierecilla domadaRomeo y Julieta o El sueño de una noche de verano, marcan el inicio de una fase de mayor creatividad.
En la segunda etapa shakesperiana, que va de 1598 a 1604, se sitúan las piezas que suelen denominarse "obras medias", caracterizadas por un mayor virtuosismo escénico. Entre las comedias sobresalen Las alegres comadres de Windsor y Bien está lo que bien acaba, mientras que los dramas Julio CésarHamlet y Oteloanuncian ya el período siguiente, conocido como el de las grandes tragedias (1604-1608), en las que Shakespeare bucea en los sentimientos más profundos del ser humano: la subversión de los afectos en El rey Lear, la violenta e insensata ambición en Macbeth y la pasión desenfrenada en Antonio y Cleopatra. La fase final (1608-1611) brilla por su última obra maestra, La tempestad, en la que fantasía y realidad se entremezclan ofreciendo un testimonio de sabiduría y aceptación de la muerte.


Retrato de Shakespeare en la 
primera edición de sus obras

La división en etapas no deja de ser en realidad una convención didáctica por la imposibilidad de datar cronológicamente muchas de sus obras y por la misma heterogeneidad que se advierte dentro de esas supuestas fases en la evolución de su dramaturgia. Sí se sabe que, ya antes de 1594, había trabado amistad con el joven conde de Southampton, Henry Wriothesley, a quien dedicó sus dos poemas narrativos Venus y Adonis (1593) y La violación de Lucrecia (1594), y la mayoría de los Sonetos(posiblemente los del período 1593-97).
De poderse atribuir a Shakespeare, según parece, la segunda y la tercera partes de Enrique VI, la primera fecha con que es posible datar su actividad dramática sería el año 1591; en la redacción de este drama se advierten rasgos cómicos y sentimentales que posteriormente habrían de convertirse en característicos del autor. En el curso de este período inicial Shakespeare ensayó, además del drama histórico, entonces muy de moda, la comedia (La comedia de las equivocaciones) y el género dramático de horror, con Tito Andrónico, el primer drama publicado por Shakespeare (anónimo, en 1594). Esta última obra yRicardo III revelan la influencia de Marlowe, quien, por su parte, parece haber inspirado en Enrique VI su Eduardo II. Tal conjunto dramático inicial apenas permite descubrir las huellas de un genio.
Se cree que Shakespeare pudo haber pasado, parte del período 1592-94 en el norte de Italia (quizá junto al conde de Southampton), por cuanto al reanudarse la actividad en los teatros luego de la peste que por aquel entonces desorganizó el mundo teatral londinense, nuestro autor presentó una serie de dramas de ambiente italiano en los que muestra una significativa familiaridad con ciertos detalles de la topografía local. Es posible, también, que el dramaturgo recibiera tal información de algunos italianos residentes en Londres; conoció, sin duda, a Giovanni Florio (autor de manuales de conversación italiana y de un diccionario italiano-inglés, así como traductor de Montaigne) en casa del conde, su protector. Éste resultó para Shakespeare un generoso mecenas, y, muy posiblemente, su munificencia permitió al poeta adquirir una participación en la compañía.
Shakespeare dedicó entonces todas sus energías a la composición de dramas, y sólo prosiguió sus actividades de poeta no dramático con algunos sonetos que fueron apareciendo por lo menos hasta 1600 aproximadamente. El periodo situado entre la mitad de 1599 y 1601, o sea entre la marcha del conde de Essex a Irlanda y su fracasada insurrección, coincide con una especie de paréntesis abierto en la inspiración del dramaturgo, el cual, consciente de sus facultades, parece vacilar antes de comprometerlas en empresas de mayor trascendencia que las tres comedias cuyo mismo título podría considerarse indicio de una negligente ligereza: Mucho ruido por nada,Como gustéis y Noche de Epifanía.
A fines del reinado de Isabel, Shakespeare había desarrollado todas las posibilidades del drama histórico y alcanzado sus más altas cumbres con Ricardo II y Enrique IV, continuación del cual, y también de Enrique V, es la comedia Las alegres comadres de Windsor, que algunos tienden a situar hacia 1598; al mismo tiempo, en su actividad de comediógrafo iba explotando los más exquisitos recursos de un género muy apreciado por el público.
Sólo como trágico no había manifestado aún la plenitud de su talento, a pesar de la genial transformación de la vieja fórmula senequista de la tragedia de venganza y horror, evidente en Tito Andrónico, y no tanto en Romeo y Julieta, en la que el terror queda velado por la piedad, y en Julio César, obra en la cual, junto a la persistencia de los temas de la venganza y los espectros, se da el carácter de Bruto, que supera ya los límites espirituales de tal género dramático.
En Hamlet, en cambio, cuya versión original, posiblemente de Kyd, debió de ser un típico drama senequista, la fórmula en cuestión aparece ahogada por la apasionada protesta del protagonista contra los inevitables sofismas del pensamiento, que inducen a ver en las cosas "apariencias", pero no certezas absolutas. En esta obra, cuya nota central se halla en la frase del monólogo del príncipe (act. III, escena I, 85) "los primitivos matices de la resolución se desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento", Shakespeare pudo haber experimentado la influencia de la terrible catástrofe de Essex, que ocurrió el mismo año de la composición del drama (1601) y arrastró consigo durante algún tiempo la suerte del protector de Shakespeare.


Lawrence Olivier dirigió e interpretó Hamlet (1948)

La compañía de este último, en realidad, participó indirectamente en la conjura al prestarse a representarRicardo II poco antes del principio de la insurrección; el partido opuesto a Isabel creyó ver un paralelismo entre la soberana y Ricardo: los partidarios de Essex, efectivamente, pretendían adivinar en la escena de la deposición del rey la de la reina. Sin embargo, la compañía del ilustre dramaturgo no se vio perjudicada en absoluto por el descubrimiento de la conjura. Con todo, el adiós de Horacio a Hamlet moribundo ("Feliz noche eterna, amado príncipe; y coros de ángeles arrullen tu sueño") fue interpretado a finales del siglo XVIII por el gran crítico Malone como una alusión a las palabras semejantes pronunciadas por Essex ante el cadalso el 25 de febrero de 1601: "Cuando mi vida se aleje de mi cuerpo, envía a tus bienaventurados ángeles, para que acojan mi alma y la lleven a los goces del Cielo".
También las comedias escritas por Shakespeare a principios del reinado de Jacobo I, o sea en torno a 1603, revelan un espíritu agitado; la ironía y el disgusto aparecen de varias maneras en Troilo y CrésidaBien está lo que bien acaba y Medida por medida. No hay, empero, ambigüedad en las tres grandes tragedias OteloEl rey Lear y Macbeth, que plantean el misterio de un mal objetivo (El rey Lear, III, 6, 80: "Consideremos, pues, atentamente a Regana, y veamos qué crece en torno a su corazón. ¿Hay, acaso, en la naturaleza una razón que le permita crear corazones tan duros?") y parecen presentar la vida como "un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa" (Macbeth, V, 5, 27). En las tres tragedias en cuestión las pasiones son presentadas en esencia y atribuidas a caracteres primitivos: Lear y Macbeth son jefes bárbaros pertenecientes a épocas muy remotas, y Otelo es un africano.
Macbeth influyó en Antonio y Cleopatra, en la que, sin embargo, un halo casi romántico rodea la tragedia de dos amantes de temperamento y mentalidad tan opuestos que sólo a costa del desastre consiguen obtener lo mejor del otro. Coriolano estudia otro carácter primitivo, de una sola pieza y casi pueril en su generoso espíritu, con el cual contrasta el maquiavélico oportunismo de la madre. Timón de Atenas prosigue la amarga sátira de la ingratitud humana que constituyera el tema de El rey Lear.
Shakespeare, no obstante, dio sólo un esbozo de tal drama, quizá a causa de una crisis o de una enfermedad de las cuales pudiera haber salido con el alma renovada posiblemente por la fe religiosa: en realidad, la concepción del mundo de sus últimas obras dramáticas, y singularmente de La tempestad, puede considerarse cristiana. A fines del siglo XVII el sacerdote Richard Davies declaró que Shakespeare había muerto "papista", o sea en el seno del catolicismo romano; su padre pudo haber sido católico: el nombre de éste figura en una lista de "recusants", o sea de personas, generalmente católicas, que no asistían a las ceremonias de la Iglesia anglicana. Hacia 1610 cabe situar el retorno, de una manera fija, a Stratford, donde Shakespeare pasó tranquilamente los últimos años de su vida; en 1613 escribió, en colaboración con el joven dramaturgo John Fletcher, su último drama,Los dos parientes nobles.
En 1609, sin su consentimiento, se publicó el conjunto de sus Sonetos, auténtico universo de extraordinario rigor formal y profundidad conceptual, que ha planteado a lectores y eruditos una serie de ininterrumpidas ocasiones para el asombro. Un cuerpo de cincuenta y cuatro sonetos de perfección indiscutible, escritos a lo largo de veinte años, que retomó y modificó la tradición petrarquista, con varios hilos argumentales de enigmática definición: los más tempranos están dedicados a un joven bello y veleidoso a quien la voz poética reprocha el desdén y a la vez aconseja que se case, mientras que un bloque posterior se refiere a una dama morena en la que muchos han querido adivinar otro disfraz de sexo. En cualquier caso, la progresión y extraordinaria calidad del conjunto hacen de éste un mundo de insuperable densidad estética.
Las grandes tragedias MacbethOteloHamlet y El rey Learconstituyen espejos del mapa entero de la sensibilidad moderna, ya que se edifican en un mundo, el renacentista, en que la presencia divina empieza a menguar. Por primera vez, la duda frente a la identidad, la vejez, la traición, la ambición e incluso la percepción del mal se muestran en su radicalidad humana. Pero eso no explica su calidad única; sucede que esos caracteres y esos conflictos surgen de una capacidad ilimitada para moldear la palabra en todos los planos. No hay fronteras en Shakespeare: bufones y reyes comparten el mismo rango de problemático diseño, de contradictoria y rica existencia social, verbal y moral. Por eso serán Falstaff, el gordo bufón y soldado presente en varias obras, junto con el viejo rey Lear, dos de los puntos extremos del arco de sus caracteres. En términos generales, lo sublime de las obras de Shakespeare es el retrato de unos personajes a los que se llega a definir con precisión matemática, de forma que esa misma ambigüedad colma su carácter de una extraordinaria riqueza de matices. Por medio de la fuerza del lenguaje, los tipos shakesperianos manifiestan las profundidades de su espíritu y se declaran individuos libres, capaces de elegir su propio destino. En este sentido, su obra es tan moderna y está tan abierta a distintas interpretaciones como El Quijote de Cervantes.

Los avatares de la imprenta
La publicación de sus dramas se hizo sin la participación del autor. Un grupo de editores, poco escrupulosos, dio a la luz textos dramáticos sueltos en cuarto (Quartos), algunos de ellos "buenos", o sea conformes a versiones auténticas y aparecidos con el consentimiento más o menos vago de Shakespeare, y otros "malos"; en cuanto a estos últimos se han supuesto varias procedencias: textos estenográficos, reconstitución de memoria o empleo de copias no revisadas.
En 1619 Thomas Pavier publicó diez dramas sin autorización, y poco después dos autores colegas del ilustre dramaturgo, John Heminge y Henry Condell, iniciaron una edición completa, que, luego de varias dificultades, vio la luz en 1623, por obra del editor William Jaggard, y es conocida como el primer infolio (First Folio); respecto a dieciocho dramas constituye la única fuente existente y, en cuanto a los restantes, salvo Pericles, ofrece textos si no siempre mejores que los de en cuarto, sí, por lo menos, de importancia fundamental.



Edición First Folio de su obra (1623)


La crítica demoledora no ha logrado desechar la convicción según la cual la mayoría de los dramas en cuestión son debidos enteramente a la pluma de Shakespeare, quien, como afirma también la misma opinión, no los habría revisado una vez escritos. Los testimonios de los contemporáneos no permiten creer en pacientes retoques de tales obras por su mismo autor. Con todo, hay que admitir, como es natural, ciertas refundiciones de muchos textos provocados por las necesidades del espectáculo (supresiones e interpolaciones).
Además de los críticos demoledores, que han pretendido ver en los dramas shakesperianos la colaboración de otros dramaturgos, han aparecido en torno a la obra del gran escritor varios herejes que consideran a Shakespeare actor ignorante y mero testaferro y le niegan, por ello, la paternidad de su producción, la cual, según su criterio, sólo puede ser atribuida a personajes extremadamente cultos, como, por ejemplo, el filósofo Francis Bacon, el conde de Oxford u otros candidatos aún más problemáticos. Los datos acerca de la vida de Shakespeare son, en verdad, áridos, y no parecen corresponder a una personalidad tan grande como la de nuestro dramaturgo; sin embargo, hay que reconocerlos también más abundantes que cuantos poseemos respecto de los otros autores isabelinos en general, salvo, quizá, Ben Jonson.



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lunes, 23 de abril de 2012

Frans Masereel

(1889 - 1970)

Frans Maserrel nació en 1889 en una pequeña ciudad marinera de la costa belga, en Blankenberge. Era el segundo hijo de Frans Jaak, un músico de 42 años que vivía cómoda y holgadamente de sus rentas. En su casa se hablaba en francés y eran conocidos por sus vecinos como una familia de ideas liberales y librepensadoras. En 1894 los Masereel se trasladaron a la cercana ciudad de Gante, la ciudad de las tres torres. Aquí fue donde Frans Masereel descubrió su vocación de pintor y dibujante. Él mismo diría muchos años después que se inició intuitivamente en el momento que pudo sostener un lápiz entre sus dedos.
            En 1907, cumplidos los 18 años se matriculó en la Academia de Bellas Artes de la ciudad. De su paso por ella nunca olvidaría a dos profesores. Uno sería el director de la Academia, Jean Delvin, que además de enseñarle el oficio de pintor le abrió los ojos a la nueva y pujante pintura flamenca. El otro profesor, Jules de Bruicker, le inició en el dibujo a tinta china del natural. Una práctica que requiere capacidad de síntesis y decisión y certeza en el trazo de cada línea y cada mancha. Masereel siempre reconocería que fue Jules de Bruicker quién realmente le enseñó a ver la vida con ojos de artista. De estos profesores recibirá también un buen consejo: no echar raíces en la Bélgica provinciana y marchar cuanto antes a París.


             Masereel llegó a la ciudad del Sena en 1910 con su prometida, Pauline Imhof, con la que un año más tarde se casaría. Se alojaron en el número 3 de la rue Navarre, en el V arrondissement. Aquí se entregará incansable a la pintura y sobre todo al dibujo, pues es gracias a su habilidad y maestría con los lápices y la tinta como se introduce rápidamente en pequeños periódicos y revistas.
          Aunque su mayor sueño es publicar en L`Assiette au Beurre, una revista de corte satírico y radical que dirige un activo propagandista de las ideas libertarias llamado Henry Gilbeaux, Masereel no lo conseguirá. En el momento en que se prepara por fin un número especial ilustrado por él en solitario la revista se ve obligada de imprevisto a cerrar. El encuentro de Gilbeaux y Masereel resultará, sin embargo, decisivo. Además de ejercer una profunda influencia en su ideología y en sus concepciones artísticas, Gilbeaux, introducirá a Masereel en los círculos libertarios parisinos y le presentará a sus amigos escritores como Stefan Zweig, quien a su vez le pondrá en contacto con Romain Rolland, León Bazalgette, Rainer Maria Rilke y Emil Verhaeren.

Henri Barbusse, [], Stefan Zweig y Cyrille Buysse

            El compromiso de Masereel con su propio arte es firme. No es un habitual de los cenáculos y tertulias de pintores ni tampoco un bohemio recién llegado y deslumbrado por París. Masereel entrega disciplinadamente sus horas a su oficio y aunque reniega de toda formación académica, estudia incansable a los grandes maestros grabadores alemanes del siglo XV. A los que trabajaron con buriles sobre planchas de cobre y, sobre todo, a los que seguían apegados a la tradición medieval y trabajaban con gubias y cuchillos sobre tacos de madera.
           Admirará a Durero y su prodigiosa técnica, pero guardará su entusiasmo y complicidad con las estampas de Hans Holbein o o aquellas otras más rústicas del Arte del bien morir de Ulm, las danzas macabras o las manifestaciones más humildes de este arte, como las estampas de los viejos juegos de naipes, las imágenes de Epinal o las Biblias Pauperum, Biblias pobladas de estampas para uso de los pobres y los analfabetos. Historias sin palabras.
         Dice la leyenda, que fue un tal Queatre Boeufs, representante comercial de materiales para artistas, quién enseñó a Masereel los rudimentos del viejo oficio del grabado sobre madera. La xilografía.


Ilustración para La feuille

           El inicio de la llamada Gran Guerra en 1914 lo sorprende en Bretaña. Tres días más tarde regresa a Gante junto a su familia, pero apenas puede permanecer unos meses junto a ellos. Antes de la incursión de las tropas alemanas en Bélgica Masereel se marcha a Dunkerke y desde allí se traslada a pie hasta París. A diferencia de otros muchos artistas de su generación, que verán en la guerra cumplirse los sueños y profecías de Nietzsche y se lanzaran entusiasmados a ella -como un Otto Dix o un Max Beckmann en Alemania- o los que lo harán por una idea de patriotismo -como Apollinaire o Derain en Francia- Masereel abominará de la guerra desde el principio y no transigirá en su condena. Para él no hay bandera, patria o causa alguna que justifique la gran matanza que se avecina. La guerra es para el joven artista la mayor catástrofe del hombre. Fiel a sus convicciones morales se convertirá en un prófugo del ejercito belga, que lo reclama reiteradamente.
         En el otoño de 1914 el ambiente de París se le hace irrespirable y su defensa a ultranza del pacifismo, además de procurarle numerosas enemistades y disgustos, empieza a ser peligrosa.
           A finales de 1915 abandona su casa de la rue Navarre tras conseguir un visado extraordinario de extranjero y se refugia en Ginebra junto a su amigo Henry Gilbeaux. Su primera decisión es apuntarse como colaborador voluntario de la Cruz Roja Internacional. Muy pronto las imágenes del horror en los campos de Europa, sus millones de muertos y mutilados, las bombas incendiarias, los gases y las ratas, emularan y superaran a aquellas otras visiones dantescas de muerte y destrucción de las estampas medievales. La danza macabra ha comenzado. Los dibujos de Masereel se pueblan de miles de soldados desfilando camino del matadero por culpa de la avaricia de sus Estados. Les veremos abandonando sus pueblos y ciudades, sus oficios y sus familias, les veremos morir cosidos a las alambradas e iluminados violentamente por los resplandores de las granadas. Sus gubias de grabador también señalaran a los culpables y darán forma a los rostros de los mercaderes de la guerra, a sus voceros y a sus demagogos. Tampoco tendrá piedad con los vicios y costumbres de una clase que se enriquece sin escrúpulos a costa de la guerra.
         Masereel no estará solo en esta barricada. Al igual que Henry Gilbeaux se vincula a los grupos pacifistas que alienta y encabeza en Ginebra el escritor Romain Rolland. Su integridad, su energía, su prestigio, acrecentado tras la difusión de su famoso panfleto Au dessus de la mêlée, su erudición y su calor humano para los refugiados, cautivarán profundamente a Masereel.


           “Raramente he encontrado alguien que, a pesar de tener una salud enfermiza, fuera capaz de una actividad tan grande”. Romain Rolland también dejará escrita su impresión del artista: “Un hombre atlético, con barba negra y gafas. Es reservado como un español. En realidad, es un flamenco de Gante. Sólo tiene 28 años, pero podría parecer de 35. Es muy simpático, fundamentalmente bueno e incapaz de la menor bajeza. No entiende lo que pasa actualmente y eso le llena de horror”.
          El horror que lo atormenta es sin embargo fecundo. En 1916 encontramos ya sus estampas y sus dibujos contra la guerra en las revistas Demain, que dirige Guilbeaux, y en Les Tablettes, fundada por el propio Masereel junto al anarquista Claude Le Maguet, seudónimo de Jean Salives. Un año más tarde, en 1917, colabora con el periódico Le Fuille, una humilde y sencilla hoja que lanzará su acusación diaria a los gobiernos beligerantes entre agosto de 1917 y agosto de 1920.

       


         En el verano de 1917 da a las prensas sus primeras suites de grabados: Debout les morts y Les morts parlent. Se hace inevitable al mirarlos pensar en Goya y sus desastres de la guerra. Eternas estampas de la brutalidad, el miedo, el dolor y la muerte, acompañadas por la sonrisa triunfante de las calaveras. Apocalipsis del Marne, del Somme o de Verdun. Sus preguntas a que es lo que lleva al hombre a tal extremo de maldad las intentará responder en su primera novela sin palabras, 25 images de la passion d´un Homme, que publicará al año siguiente las Editions du Sablier, editorial fundada en Ginebra por el propio Masereel junto a su amigo René Arcos. Como sucederá en sus próximos trabajos el peso del relato se estructura ya a lo largo de varias secuencias mudas que se interrelacionan entre ellas y dan lugar a un discurso narrativo, a un argumento.




          En 1918 coincidiendo con el final del conflicto saca a la luz Mon livre d´Heures, con un prólogo de Thomas Mann. Esta obra, que será más tarde conocida como El viaje apasionado, es la manifestación más refinada y entrañable de su ironía, su desazón y su lirismo. Masereel se muestra ya plenamente seguro de sus medios y dueño de un estilo propio y original. Se caracteriza por su aparente sencillez y una gran fuerza expresiva. Una sobriedad formal que sin embargo revela una maestría excepcional en la distribución exacta de los blancos y los negros, una particular forma de conjugar el aliento expresionista de la xilografía de vanguardia de los Kirchner, Heckel, Nolde, Felix Muller… y el rigor constructivo de la vanguardia cubista. Su habilidad y su originalidad para describir con imágenes sus sueños, sus añoranzas y su visión del mundo no pasará desapercibida para un galerista tan avispado y decisivo para su época como el alemán Alfred Fletcheim.

L`Idee es una brillante y triste parábola del pensamiento del creador

           En 1919, al tiempo que aborda la realización de nuevas estampas xilográficas, retoma con fuerza los pinceles y expone por vez primera sus grabados, acuarelas y pinturas en la librería Kundig de Ginebra. Un año más tarde, en 1920, publica dos de sus mejores y más reconocidos trabajos. Histoire sans paroles y L`Idee, que editarán simultáneamente las editions du Sablier en París y su nuevo admirador y editor alemán, Kurt Wolff, en Múnich. Al igual que sucedía con La passion d`un Homme y Mon livre d´Heures, el protagonista de estas nuevas narraciones es claramente un alter ego del propio artista. Un Masereel muy fácilmente reconocible por su figura larguirucha y desgarbada, su euforias desbordantes ante la belleza de la vida o el amor de una mujer y sus depresiones y desesperanzas ante la desgracia, la maldad y la crueldad. L`Idee es una brillante y triste parábola del pensamiento del creador. Un autorretrato que nos previene sobre la frágil coherencia con nuestras propias ideas y el destino incierto de nuestras obras. También durante este mismo año Masereel ilustra numerosos libros de sus amigos escritores como Le dernier homme de Andreas Latzko, Der Zwang de Stefan Szweig o el Pierre et luce de Romain Rolland.
Edición digital de
Geschichte ohne Worte

           En 1921 el nombre de Frans Masereel es ya muy popular en Alemania gracias a las cuidadas ediciones de Kurt Wolff. En octubre viajará invitado por éste a Múnich y a Berlín, donde conocerá a George Grosz, que se le declara como un apasionado admirador de su obra. Conocerá también al escritor Arthur Holischter, al que años después ilustrará su Baedecker de los locos, libro que en España publicará tardíamente las ediciones Cénit. Entre las figuras de esta izquierda cultural de la Alemania de Weimar que ahora le rinde honores no puede faltar el mítico galerista Alfred Fletscheim, que le abre las puertas de sus galerías en Berlín y en Düsseldorf.



          1921 será también el año de la publicación del primer libro ilustrado por Masereel en España: Algunos secretos del corazón, un conjunto de relatos cortos de Henry Barbusse que editará Rafael Caro Raggio.
          En 1922 decide abandonar Ginebra y regresar a París. Lo hace clandestinamente, como un vagabundo, pues a diferencia de lo que sucede con otros refugiados a él se le sigue negando el pasaporte belga. Sólo en 1928 y gracias al arquitecto Henry van de Velde, Masereel legalizará su situación. En este año de 1922 se publica en Alemania la primera monografía dedicada a Masereel. Los textos los suscriben Stefan Zweig y Arthur Holitscher. Masereel parece hallarse en estado de gracia. Cada nueva entrega de sus “historias sin palabras” parece superar a la anterior. Esto es lo que ocurrirá cuando a finales de este año publique La ville, una densa y poderosa radiografía de la ciudad moderna. La nueva Babilonia que nos presenta Masereel surge de las ruinas de la guerra con todo su esplendor y su miseria y se revela ante nuestros alucinados ojos como un espectáculo fascinante a lo largo de 100 estampas. Su mirada, a veces tierna, a veces despiadada, pero nunca indiferente, nos arrastra entre una multitud humana por calles saturadas de anuncios y automóviles que se ven violentamente iluminadas por radiantes neones; visitamos los comercios, los cines, los juzgados, los mítines y manifestaciones sindicales, las oficinas donde se encorvan los funcionarios, entramos en los bancos y en la Bolsa, templos modernos donde se amasan o se pierden las fortunas, también en los cafés y en las tabernas, en los prostíbulos y en los hospitales donde agonizan los enfermos, en las sórdidas viviendas de los proletarios y en las mansiones suntuosas de los ricos. Nada ni nadie escapa a su mirada; suicidas, prostitutas, artistas de circo, tragafuegos, asesinos, criadas, músicos de jazz, comerciantes usureros, pequeños y grandes burgueses, mujeres, niños, ancianos, perros, gatos…




           La ciudad de Frans Masereel es sin lugar a dudas una de las grandes obras del arte gráfico del siglo XX, el panóptico lúcido de una ciudad que puede ser París, pero también Berlín, Bruselas o Londres, una ciudad universal que se agita y se retuerce esclavizada por su propio dinamismo.
En 1925, tal vez huyendo de este Leviathan moderno, Masereel se instala en una casa de pescadores cerca de Boulogne–sur Mer. Se diría que retorna así a los paisajes de su infancia en Blankenbergen. Sus lienzos y acuarelas se llenan de costas, arrecifes, puertos, marineros…Una atmósfera serena y en ocasiones dulce nos sorprende en muchos de sus cuadros. Son imágenes que a diferencia del dinamismo dramático de sus grabados permanecen quietas, serenas. Imágenes teñidas por la melancolía de su infancia frente al mar, su paraíso perdido.


En los años siguientes Masereel obtiene el reconocimiento unánime del mundo del arte europeo. Sus exposiciones se encadenan: Ámsterdam, Bruselas, Berlín, Múnich, París, Londres, Praga, Budapest, Moscú…


Moulin Rouge (1930)

           Con la entrada de los años 30 Masereel disminuye considerablemente su ritmo de producción. Acaso influye en ello sus numerosos viajes y exposiciones por museos y galerías de media Europa. En 1930 expone por segunda vez en Moscú en el Musée de l`Art Moderne Occidental. El texto de introducción en el catalogo lo escribe Anatole Lunatscharsky, Comisario de las Artes del país soviético, que definirá a Masereel como “maestro del arte gráfico proletario del futuro”. Callará sin embargo que muchas de las obras del artista flamenco, como La Idea, no se publican ni distribuyen en la URSS por su contenido netamente libertario. Lunatscharsky debió sorprender con aquel texto a Masereel que además de su origen burgués, presumía sin rubor de sus convicciones anárquicas y apoyaba la tesis contraria al arte ligado a una clase social.
         La información más relevante que dispone Masereel de la Unión Soviética le es suministrada por sus amigos escritores que han viajado ya a la Patria Socialista. Stefan Zweig será quién le haga llegar las primeras reservas frente al régimen estalinista que niega libertades y derechos individuales, aunque también matice su rechazo considerando que la única forma de liberar a Europa de sus viejas dolencias es la energía y la ilusión desatada por la revolución de octubre: En una carta de Stefan Zweig dirigida a Masereel le dirá: “Ex oriente Lux: solo de Rusia puede llegar la renovación para esta Europa que se derrumba”.
         La ascensión en estos años del nacional-socialismo alemán supondrá una nueva y urgente llamada de atención entre los círculos pacifistas europeos. Muy pronto la presencia de Masereel en los actos y congresos convocados contra la guerra y el fascismo será constantes.

Moscú, mayo de 1935

          Solo en 1935, tras numerosas dificultades administrativas, Masereel viajará por fin a Moscú por vez primera y permanecerá allí durante dos meses. Dos semanas después de su llegada, escribirá a Romain Rolland:
“Igual que Fausto vendería mi alma al propio demonio para volver a tener veinte años. Si estuvieras aquí, te aseguro que sentirías lo mismo. La recepción fue cálida y desde entonces la vida ha sido un torbellino difícil de describir. Apenas duermo de 4 a 6 horas cada noche. Le quito horas al sueño para hacer los dibujos que me vienen a pedir tres veces al día”.
La experiencia Moscovita de Masereel le hará ver con mayor simpatía y optimismo el futuro de la URSS. Al día siguiente de su regreso escribirá de nuevo a Romain Rolland:
“Allí tengo todas las facilidades posibles; durante dos meses he vivido en una atmósfera imposible de imaginar(…) Allí tienes algo por que vivir y trabajar, en cambio aquí… Al dejar la URSS sentí una gran pena en el corazón.”
André Malraux y André Gide. Congreso de la Salle Mutualité

Tras su regreso a París Masereel sufrirá una profunda crisis depresiva que coincidirá en el tiempo con la disputa y el escándalo que abrirá el libro de André Gide, a su regreso de Moscú, Retour de l`URSS. El libro, aunque de una manera suave, supondrá la primera condena del régimen soviético por un intelectual hasta entonces fiel al comunismo.
       
             En junio de este año de 1935, Masereel sigue atentamente el I Congreso Mundial en Defensa de la Cultura. La reunión celebrada en la Salle Mutualité de París está financiada y teledirigida por Moscú y organizada en sus más mínimos detalles por Willy Münzenberg, Ilia Ehrenburg y Mihail Koltsov.
Aldous Huxley, Robert Musil, Bertolt Brecht, Heinrich Mann, Boris Pasternak, André Gide, Malraux, Koltsov e Ilia Ehrenburg serán parte de su extensa y brillante nómina. El objetivo del Congreso, lo que se cuece entre sus bambalinas, es la constitución de un sindicato internacional de escritores que asuma como propio el supuesto de que estar contra el fascismo es, por definición, estar a favor del comunismo. Masereel al igual que tantos y tantos intelectuales europeos caerá en la trampa y aceptará esta simplificación grosera.
           En 1936 Masereel regresa a la URSS. Permanece allí durante tres meses y visita, además de Moscú, el Caúcaso, el Mar Negro, el Mar Caspio, El Volga y Bakú. Asistirá también a una recepción oficial poco antes de su regreso donde será presentado a Stalin. En carta a Romain Rolland le dirá: « J`ai vu le grand manitou, et je lui a dit ce que j`avais sur le coeur au sujet de l`Art plastique en URSS ». [He visto al gran Manitú y le he dicho lo que pensaba sobre el arte plástico en la URSS]



             Tras su regreso a París Masereel sufrirá una profunda crisis depresiva que coincidirá en el tiempo con la disputa y el escándalo que abrirá el libro de André Gide, a su regreso de Moscú, Retour de l`URSS. El libro, aunque de una manera suave, supondrá la primera condena del régimen soviético por un intelectual hasta entonces fiel al comunismo.
               El estallido de la guerra civil española y el apoyo que al gobierno republicano presta la URSS en solitario incrementará aún más la simpatía de muchos artistas e intelectuales europeos por el comunismo que ven en el la única fuerza capaz de oponerse a los avances del fascismo.
              En 1937, junto a otros miembros de la Delegación de Pintores de París, Masereel, es invitado por el Gobierno de la República y visita España por vez primera. Durante su estancia, de la que apenas queda por desgracia referencia alguna, viaja a Barcelona, Madrid y Alicante y se involucra en los preparativos para la Exposición Internacional de París donde Pablo Picasso presentará el Guernica.
           Por entonces el arte de Masereel ha sufrido un cambio de estilo. Las imágenes son ahora más decorativas y los antiguos ritmos quebrados y angulosos se resuelven en contornos más fluidos, y suaves. La resolución de sus grabados es también más realista y de una inspiración más pictórica. La influencia de Ruoalt y Picasso es a veces demasiado evidente. Se diría que el gran Masereel ha pasado y que los nuevos tiempos, los días del antifascismo, han puesto fin a aquellas estampas irrepetibles, ingenuas y geniales de los años 20.


Gerd Arntz. Ocupación de una fábrica (1931)

          El rostro de los años 30 se verá mejor reflejado en la obra de otros grabadores, que aún influidos por Masereel, abandonan la impronta del expresionismo por una imagen de corte más frío y geométrico, muy en la línea de los presupuestos de la Bauhaus. El alemán Gerd Arntz será el mejor representante de esta estética.


Schicksale (1939)
       
          Sólo con la llegada de la II guerra Mundial volveremos a encontrar algo de aquel Masereel en los albumes Destins, Apokalipse unserer zeit y Remember! De su posición frente al conflicto dirá:
“Durante la primera Guerra Mundial, generalmente me mantuve fuera de los acontecimientos, yo era pacifista ante todo. Esa guerra, que era una especie de ajuste de cuentas entre capitalistas, no me interesaba; pensaba que solo se trataba de conducir hombres al matadero, nada más. No se veía la defensa de ningún ideal por ninguna parte [...] Por el contrario, la segunda Guerra Mundial se llevó a cabo en otro nivel muy diferente. Yo ya había tomado parte en la lucha antifascista y antinazi y se trataba de defender una posición que ya había adoptado desde hacía años [...] había el horror del nazismo, de Hitler [...] y la necesidad de salvaguardar una moral determinada [...], esta vez no era posible mantener una actitud pacifista”.
         De las actividades del Masereel resistente quedará para el recuerdo su colaboración con el Service Francais de Propagande y su colaboración con el escritor Jean Giradoux en el diseño y confección de panfletos propagandísticos arrojados por los aviones tras las líneas alemanas. El 13 de junio de 1940 abandona París junto a se mujer, Pauline, y se traslada a pie a Avignon, ciudad en la que permanece hasta 1943. El 24 de diciembre de este año aparecerá Danse Macabre, un relato de 25 dibujos en los que una vez más la muerte y la destrucción , emulando las danzas medievales, imponen de nuevo su protagonismo.

Von Schwarz zu Weiß (1939)

En 1943 ante el asedio de Avignon por las tropas alemanas se traslada a un refugio campestre en la zona de Lot et Garonne y más tarde se muda al Château de Boinet. Una mansión semiderruída en la que permanecerá hasta 1949.


            Con el final de la guerra Masereel retomará con intensidad su actividad pictórica y volverá a la técnica del grabado sobre madera. En 1946 aparece su Homenaje a Baudelaire ilustrado con 53 xilografías y en el 47 su Germinal de Émile Zola. Sus exposiciones en diferentes galerías y museos europeos volverá a ser constante. En 1949 fijará su residencia definitivamente en Niza. Se aloja en un piso frente al puerto donde vivirá hasta el final de sus días.

Autorretrato (1957)

           En la década de los 50, los honores y homenajes a Masereel se suceden. En 1951 será nombrado miembro de l`Academie Royale de Sciences, des Letres et des Arts de Bélgica y en 1957 miembro de la Academia de las Artes de Berlín (Antigua República Democrática Alemana). El cargo honorífico va acompañado de una gran retrospectiva que se inaugura el 5 de octubre de este año. Su producción de grabados tampoco se detiene. En diciembre de 1950 aparece su álbum de 30 xilografías Clef de Songes y en junio del 52 su nuevo relato en imágenes Notre Temps. En el 55 publica Die Nacht y un año después termina Mon Pays, un homenaje a Bélgica donde además de retratar sus paisajes y rincones más emblemáticos ilumina con precisión numerosas escenas y costumbres flamencas. En 1961 Masereel realiza 40 xilografías para el álbum Étalages, en el 63, tras una caída que le inmovilizará durante meses, da a la imprenta su relato en imágenes Poètes y en abril del 64 su Route des Hommes. En 1968 verán la luz sus últimos relatos sin palabras, Manis y Antwerpen, álbum este último de 78 xilografías dedicadas a esta ciudad flamenca. En este mismo año morirá su mujer Pauline Imhoff.
        El 3 de Enero de 1970 a los 83 años de edad, Frans Masereel, el novelista sin palabras, muere en su nuevo domicilio de Aviñon. Días después las exequias oficiales se celebran en el Museo de Bellas Artes de Gante, la ciudad donde inició su viaje apasionado por la pintura, el grabado, la literatura, y la vida.


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